Todos los docentes deberíamos entrar en el aula con el convencimiento absoluto de que vamos a aprender de nuestros alumnos más de lo que podamos enseñar. El aprendizaje entre alumnos y profesores es (o debería ser) recíproco y la edad es un factor irrelevante tanto para enseñar como para aprender.
Siempre que entro en clase veo a mis alumnos como esa lluvia fresca de verano, ese chirimiri tan agradable que deja olor a tierra mojada cuando cesa. Ante esa lluvia tan refrescante no se nos ocurre ponernos un chubasquero impermeable. Lo mejor es ponerse otro chubasquero, un chubasquero especial y permeable que nos permita disfrutar, empaparnos y nutrirnos de cada gota de agua.